En primer lugar, estimamos inadecuada la entrega de un cuestionario limitado, mal planteado y superficial en su contenido. Consideramos especialmente inaceptable la pregunta núm. 10:
«¿Está de acuerdo con la puesta de marcha de un plan para la igualdad de mujeres y hombres en su empresa?».
Teniendo en cuenta que en dicha empresa, el diseño, implantación y evaluación de un Plan de Igualdad, ya no es un acto voluntario que se pueda debatir, sino obligatorio por dos razones:
a) Porque así lo dicta el artículo núm. 83 de Convenio colectivo del sector de handling.
b) Porque la autoridad laboral en su día ya había abierto un expediente sancionador contra esta empresa en dicha materia.
Por lo tanto, interpretamos que el cuestionario presentado, no sirve más allá de medir de forma superflua las actitudes del personal entrevistado en relación con la materia de igualdad. Este hecho, nos hace sospechar que no existe una verdadera intención por parte de la dirección de la empresa, de cumplir con el objetivo propuesto, que existe el intento de eludir las responsabilidades, y/o que se está asumiendo la elaboración de un Plan de Igualdad como un mero trámite administrativo.
Ahora, intuyendo que puede existir un determinado desconcierto ante tanta insistencia sobre la necesidad de planes de igualdad en las empresas, ahondemos un poco más en esta cuestión.
Desde tiempos inmemorables, nuestra sociedad es lo que se llama “sociedad patriarcal”, es decir, forma de organización social, política y económica basada en la idea de liderazgo y autoridad de varones. Para resumir, mientras los hombres construían y ponían en marcha el concepto de capital, relaciones productivas, beneficio, mercado, y le asignaban el valor mercantil al trabajo por cuenta ajena mediante los salarios (nuestra cadena y condena perpetua), las mujeres se dedicaban a tareas reproductivas en el ámbito doméstico; criar hijos, crear y mantener el hogar, cuidar de los dependientes, repartir el cariño y amor, cuidar de salud y de la vida en general.
De este modo, el trabajo productivo fuera de casa recibía el salario, mientras el trabajo reproductivo dentro del hogar, y sin el cual el mundo se vendría abajo, apenas gozó de visibilidad, valor y un reconocimiento social. Así nace el concepto de división sexual de trabajo.
Y entonces llegó la primera crisis, por cierto, creada y alimentada por los mismos mecanismos con los que jugueteaban los varones: capital, beneficio, mercado, etcétera. Para poder mantener las familias, las mujeres se vieron obligadas a abandonar el hogar e incorporarse junto con los hombres al trabajo productivo. Pero ¿quién se empezó a ocupar del hogar para rellenar el hueco dejado por las mujeres? Juzguen ustedes mismos.
Así llegamos hasta la actualidad, siglo XXI. Nuestra sociedad patriarcal sigue estando muy preocupada por la producción y generación del beneficio, interés en el cual ha puesto toda su atención. Mientras tanto, el cuidado y el sostenimiento de la vida humana sigue siendo el asunto de familias, es decir, las mujeres.
¿Cuál es el resultado? Si nuestra sociedad patriarcal sigue actuando como si todavía existiera el modelo familiar tradicional, es decir, con amas de casa a tiempo completo resolviendo las tareas del cuidado, y si la población femenina actual sigue asumiendo el doble papel, el laboral y familiar, lógicamente se produce un desajuste que se acaba proyectando en tasas de actividad y ocupación femenina más bajas; relación más débil con el mercado laboral (jornadas a tiempo parcial, menor disponibilidad); relación con el empleo ligada al ciclo de vida (mayor temporalidad); discriminación indirecta (salarial, puestos menos valorados socialmente); dificultad de conciliación de tiempo laboral y personal (reducción y concreción horaria); etc.
Así que ya veis, lo que a priori podría parecer un problemilla de decisiones que toman las mujeres, es en realidad un problemón de la actual estructura organizativa de la sociedad, por lo tanto, un asunto político. Alguien sabio se dio cuenta y mediante la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, introdujo el concepto de los Planes de Igualdad en las empresas.
¿Cuál es su objetivo?
Promover el cambio de actitudes, estereotipos y roles de género que discriminan indirectamente a las mujeres (como se acaba de explicar más arriba), promover la presencia femenina en todos los ámbitos laborales, impulsar condiciones laborales en igualdad, favorecer la conciliación familiar y laboral, que es asunto tanto de mujeres como de hombres. Combatir las diferencias salariales, mejorar las condiciones de trabajo desde el punto de vista de salud laboral, combatir posible acoso sexual o discriminación por razón de sexo. Dicho de forma clara y concisa, un pequeño gran cambio social.
¿Y por qué en las empresas?
Las mismas empresas funcionan como agente social y espacio clave de reproducción de estereotipos y desigualdades varias; por lo tanto, tienen obligación moral, social y ética de incorporar la perspectiva de género en toda su estructura organizativa, productiva y sobretodo en la gestión de personal. La implantación de medidas de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, facilitará las condiciones en las cuales se desarrolla el trabajo, y es de sobra conocido que unas condiciones de trabajo respetuosas con las necesidades y responsabilidades que tenemos todas las personas, tanto mujeres como hombres, aumentarán nuestro compromiso versus el trabajo realizado y la empresa.